top of page

 

LO QUE SUCEDIÓ CUANDO MURIÓ JESÚS

 

Ningún historiador serio puede negar que Jesús sea un personaje histórico y que murió crucificado. Pero un lector atento y crítico de los relatos evangélicos que refieren su crucifixión y muerte no puede menos de dudar acerca de la historicidad de las circunstancias que acompañaron a su muerte, pues cada evangelista las cuenta a su modo y manera, habiendo notables diferencias de uno a otro evangelio.

 

Los evangelios discrepan

 

Tanto en las palabras que Jesús pronuncia en la cruz, cuanto en los fenómenos extraordinarios referidos por los evangelistas, inmediatamente antes y después de su muerte, hay diferencias según cada evangelio.

 

En cuanto a las palabras, se puede decir que van in crescendo de uno a otro evangelio:

 

- Así, en el evangelio de Marcos se refiere solamente cómo Jesús, antes de morir, dio una gran voz y dijo en arameo: "¡Eloi, Eloi lema sabaktani!", frase inicial del salmo 22, 2, cuya traducción indica el evangelista: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"(Mc 15, 34). Más tarde, Jesús dio otra gran voz, sin pronunciar frase alguna, y expiró (Mc 15, 37).

 

-El evangelio de Mateo sigue de cerca al de Marcos, transmitiendo solamente esta frase de Jesús en la cruz e indicando también la traducción (Mt 27, 46), aunque con ligeras modificaciones textuales.

 

-En el evangelio de Lucas, Jesús habla tres veces antes de morir. En primer lugar dice: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que están haciendo" (Lc 23, 34); más tarde, se dirige al buen ladrón con estas palabras: "Te lo aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23, 43); finalmente, antes de expirar, dice el evangelio que "Jesús clamó con voz muy fuerte: < Padre, en tus manos pongo mi espíritu>" (Lc 23, 46).

 

-El evangelista Juan, por su parte, transmite otras tres frases no referidas por los evangelistas sinópticos. Jesús se dirige en la cruz a su madre y le dice: "Mujer, mira a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Mira a tu madre" (Jn 19, 26-27). Más adelante, "consciente de que ya todo iba quedando terminado, dijo: Tengo sed" (Jn 18, 28) y finalmente añade: "Queda terminado" (Jn 19, 30).

 

En total, Jesús habla en la cruz siete veces: una en Marcos (referida también por Mateo), tres en Lucas y otras tres en Juan, lo que dio lugar al tradicional sermón de las "Siete palabras" que se predicaba el Viernes Santo.

 

Y si esto sucede con las palabras, otro tanto pasa con los fenómenos extraordinarios que, según los evangelios sinópticos, acompañaron a la muerte de Jesús, como puede verse en el cuadro adjunto:

 

Mt 27, 45 
LAS TINIEBLAS CU-BREN TODA LA TIERRA 
"Desde la hora sexta hasta la hora nona toda la tierra estuvo en tinieblas"

Mc 15, 33 
LAS TINIEBLAS CUBREN TODA LA TIERRA 
"Al llegar la hora sexta, 
la tierra entera quedó en tinieblas hasta la hora nona"

Lc 23, 44-45
LAS TINIEBLAS CUBREN TODA LA TIERRA 
"era ya como la hora sexta, cuando la tierra entera quedó en tinieblas hasta la hora nona, 
porque se eclipsó el sol (v.45)"

 

Jn 19, 17-30

Consultar

Mt 27, 51
LA CORTINA DEL SANTUARIO SE RASGA
“Entonces 
la cortina del santuario se rasgó en dos, de arriba abajo"

Mc 15, 38 
LA CORTINA DEL SANTUARIO SE RASGA
“y 
la cortina del santuario se rasgó en dos, de arriba abajo”

 

Lc 23, 45b
LA CORTINA DEL SANTUARIO SE RASGA
“y la cortina del santuario se rasgó por medio"

 

Mt 27, 51a: 
LA TIERRA TIEMBLA
“la tierra tembló”

 

 

 

 

Mt 27, 51b
LAS ROCAS SE RAJAN
“las rocas se rajaron”

 

 

 

 

Mt 27, 52
LAS TUMBAS SE ABREN 
“las tumbas se abrieron”

 

 

 

 

Mt 27, 52a
MUERTOS RESUCITAN
“y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron; después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos”.

 

 

 

 

Mateo, Marcos y Lucas tienen en común la mención de las tinieblas que cubrieron toda la tierra desde la hora sexta hasta la nona (de las doce a las tres de la tarde), inmediatamente antes de la muerte de Jesús, y de la cortina del Santuario que se rasgó, justo después de su muerte. Lucas, como dato propio, interpreta las tinieblas como un eclipse de sol.

 

El evangelista Mateo, por su parte, sorprende al añadir otros fenómenos prodigiosos no referidos por ningún otro evangelio: un temblor de tierra, el rajarse de las rocas, las tumbas que se abren, y los muertos que resucitan y visitan la ciudad santa de Jerusalén, apareciéndose a muchos.

 

Finalmente llama la atención que el evangelio de Juan no refiera ninguno de estos fenómenos. Juan dice simplemente que Jesús, "reclinando la cabeza, entregó el Espíritu" (Jn 19, 30).

 

Ante este desacuerdo entre los evangelistas, queda claro que cada uno de ellos ha pasado por el prisma peculiar de su redacción literaria y teológica las circunstancias de la muerte de Jesús para presentarlas a un público en cada caso diferente.

 

De los cuatro evangelistas, vamos a fijarnos, a partir de ahora, en Mateo, para tratar de explicar este cúmulo de fenómenos -seis en total- referidos en su evangelio con ocasión de la muerte de Jesús.

 

¿Por qué Mateo, a diferencia de los otros evangelistas, ha referido todos estos fenómenos? Al lector moderno puede resultar extraño que, de tanto prodigio, solamente dos sean referidos por Marcos y Lucas, y ninguno de los seis quedase reflejado en Juan, ni en el resto del Nuevo Testamento o en las crónicas de la historia contemporánea; ni siquiera Flavio Josefo, el historiador de la familia de Herodes, deja constancia de ellos en su obra.

 

Una historia imposible

 

Quienes han querido ver en el texto de la pasión de Mateo (27, 45-53) una crónica de hechos realmente acaecidos, han lanzado las más variadas hipótesis:

 

Las tinieblas a mediodía son explicadas en sintonía con el evangelista Lucas (23, 45) como un eclipse de sol, algo difícil de mantener desde el punto de vista científico. Jesús murió, según la interpretación más verosímil, el 14 de Nisán, víspera del día de Pascua, o lo que es igual, en época de luna llena. Pero los astrónomos mantienen que no es posible un eclipse de sol en día de luna llena. Mateo afirma, además, que el oscurecimiento fue en toda la tierra -y si hemos de entender por "toda la tierra" el mundo entero, no tenemos noticias de que se diera tal oscurecimiento en torno a la posible fecha de la muerte de Jesús (marzo o abril del año 30). Otros, que quieren ver en estas tinieblas un fenómeno natural, lo han identificado con uno de los "sirocos negros" (viento del desierto cargado de arena) que suelen tener lugar al comienzo de abril en Jerusalén.

 

Sobre el rasgarse de la cortina del santuario sería de esperar que, al menos, la literatura rabínica hubiese dejado constancia, pero no. Conocemos, sin embargo, la función que tenía en el santuario o templo de Jerusalén esta cortina que separaba la estancia del santuario llamada "santo" de la denominada "santo de los santos".

 

Con relación al temblor de tierra y consiguiente rajarse de las rocas, no se tiene prueba científica de que se registrase temblor alguno con ocasión de la muerte de Jesús.

 

Tampoco se dice nada en el resto del Nuevo Testamento ni fuera de él acerca de las resurrecciones de santos después de la muerte de Jesús y de su visita a la ciudad santa (Jerusalén) tras la resurrección, esto es, tres días después.

 

¿Cómo interpretar estos fenómenos de los que no ha quedado constancia histórica alguna? ¿Se deben tomar al pie de la letra como si se tratase de una crónica de acontecimientos? ¿No será más bien el lenguaje del evangelista un lenguaje simbólico-teológico, escrito en clave para lectores u oyentes iniciados con la finalidad de explicar el significado profundo del acontecimiento histórico de la muerte de Jesús?

 

Para dar respuesta a estas cuestiones es necesario saber a quién dirige Mateo su evangelio y por qué utiliza estas imágenes con ocasión de la muerte de Jesús. Pues tal vez la verdadera clave hermenéutica de por qué y para quién ha colocado Mateo en la escena de la muerte de Jesús el relato de estos fenómenos extraordinarios haya que buscarla en su particular modo de escribir y en el público al que va dirigido su evangelio, siendo éste el hecho diferencial que da razón de la peculiaridad de su evangelio en este punto.

 

Los destinatarios y el estilo del evangelio de Mateo

 

Hoy es comúnmente aceptado que el evangelista Mateo escribe para una comunidad de habla griega y de mayoría judía creyente, pues son numerosas las palabras semíticas como raka (5, 22), geenna (5, 22), Enmanuel, (1, 23), Gólgota (7, 33) Elí (27, 46) de las que no se da traducción en su evangelio. Mateo utiliza a veces expresiones semíticas como carne y sangre (expresión semejante a la nuestra "de carne y hueso") o reino de los cielos, por reino de Dios. Igualmente la frecuente alusión a costumbres judías sin la explicación consiguiente hace suponer que los destinatarios del evangelio estaban familiarizados con ellas: así la ofrenda ante el altar (5, 23), no entrar en las ciudades de los samaritanos (10, 5) o la costumbre de los fariseos de ponerse distintivos ostentosos y borlas grandes en el manto y la de ocupar los primeros puestos en los banquetes, así como el gusto de éstos porque les hicieran reverencia por la calle y a que la gente los llamase Rabí (23, 5-7).

 

El público o destinatarios para los que escribe Mateo su evangelio está compuesto, por tanto, de cristianos, en gran parte judíos, conocedores de las tradiciones, historia y textos sagrados de Israel. Por lo demás, este evangelio refleja una fuerte controversia con círculos judíos hostiles.

 

Más aún, el evangelista Mateo parece haber sido un judeocristiano de lengua griega, con posible formación rabínica, que redactó, adaptándolos a su mentalidad y a sus destinatarios, los dichos de Jesús, proclamándolo Mesías, no sólo para Israel, sino para todas las naciones. En palabras del evangelio: "un letrado que entiende del reinado de Dios" (Mt 13, 52).

 

La nota peculiar del estilo literario de Mateo es la amplia utilización que hace del Antiguo Testamento: en 130 pasajes, al menos, recurre Mateo directamente a la Escritura, de los que 43 son citas explícitas. Once veces repite, además, Mateo esta fórmula: "esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta". En otros muchos casos, Mateo trae a colación palabras o frases del Antiguo Testamento sin decir de dónde están tomadas, aunque tal vez, al oírlas, los destinatarios de su evangelio, judíos de educación, sabían de dónde provenían.

 

Para saber, por tanto, qué idea o ideas quiere transmitir Mateo al referir tanto fenómeno extraordinario con ocasión de la muerte de Jesús, se debe comenzar indagando si estas frases del relato de la pasión se encuentran en algún libro del Antiguo Testamento o si lo referido alude a alguna institución, costumbre, objeto o lugar sagrado judíos, conocidos por los destinatarios del evangelio. Las dificultades de interpretación desaparecerán cuando se averigüe dónde se inspiró Mateo para relatar estos fenómenos extraordinarios y por qué los colocó precisamente todos juntos en el momento de la muerte de Jesús. Veámoslos, pues, uno a uno.

 

1. La tierra en tinieblas

 

La imagen de las tinieblas sobre toda la tierra antes de morir Jesús conduce al libro del Éxodo donde se dice:

El Señor dijo a Moisés: -Extiende tu mano hacia el cielo, y se extenderá sobre el territorio egipcio una oscuridad palpable. Moisés extendió la mano hacia el cielo, y una densa oscuridad cubrió el territorio egipcio durante tres días. No se veían unos a otros ni se movieron de su sitio durante tres días, mientras que todos los israelitas tenían luz en sus poblados (Ex 10, 21-23).

 

Estos tres días de tinieblas marcaron el comienzo de la liberación de los israelitas de Egipto, pues tras este fenómeno prodigioso, el faraón los dejó salir del país. Fue el gran día de Yahvé, en el que mostró su favor para con su pueblo, liberándolo de la esclavitud.

 

La imagen de las tinieblas a mediodía remite también al libro del profeta campesino Amós, que, en el s. VIII, se presentó en Samaría, capital del reino de Israel, para denunciar de parte de Dios la situación de injusticia por la que atravesaba el pueblo. Y decía:

 

Escuchadlo los que exprimís a los pobres y elimináis a los miserables; pensáis: ¿Cuándo pasará la luna nueva para vender trigo o el sábado para ofrecer grano y hasta el salvado de trigo? Para encoger la medida y aumentar el precio, para comprar por dinero al desvalido y al pobre por un par de sandalias. ¡Jura el Señor por la gloria de Jacob no olvidar jamás lo que han hecho! (8, 4-7).

 

Y añadía:

¡Ay de los que convierten la justicia en acíbar, 
y arrastran por el suelo el derecho;
odian a los fiscales del tribunal
y detestan al que depone exactamente!
Pues por haber conculcado al indigente, 
exigiéndole un tributo de grano, 
si construís casas, no las habitaréis;
si plantáis viñas selectas, no beberéis de su vino.
Sé bien vuestros muchos crímenes, 
e innumerables pecados;
estrujáis al inocente, aceptáis sobornos, 
atropelláis a los pobres en el tribunal (Am 5, 7-12).

Corrupción social, pero también religiosa:

Detesto y rehuso vuestras fiestas, 
no me aplacan vuestras reuniones litúrgicas;
por muchos holocaustos y ofrendas que me traigáis, 
no los aceptaré ni miraré vuestras víctimas sagradas.
Retirad de mi presencia el barullo de los cantos, 
no quiero oír la música de la cítara;
que fluya como agua el derecho
y la justicia como arroyo perenne (Am 5, 21-24).

 

Ante este caos total, Amós invita al pueblo a esperar un día futuro, el día de la intervención definitiva de Yahvé para liberar a su pueblo de tanta opresión, y les da una señal:

Aquel día -oráculo del Señor-
haré ponerse el sol a mediodía 
y en pleno día oscureceré la tierra (Am 8, 9)

 

Mateo encuentra, pues, en el Antiguo Testamento que el día de Yahvé, se anunciaría con un eclipse de sol y las consiguientes tinieblas. El astro rey se oscurecería ante la intervención de Yahvé. Estas tinieblas en pleno mediodía serían el anuncio de la intervención liberadora de Yahvé según el Éxodo, y del juicio de Dios contra todos los opresores de la tierra, según Amós.

 

Usando estos textos, Mateo interpreta la muerte de Jesús en clave de juicio y liberación, y afirma que "desde la hora sexta hasta la nona (esto es, de 12 a 3, tres horas en total; en el libro del Éxodo, tres días) toda la tierra estuvo en tinieblas (Mt 27, 45)", identificando de este modo el día de Yahvé con el día en que Jesús muere en la cruz, iniciando el éxodo definitivo de la humanidad.

 

2. La cortina del santuario se rasga

 

Tras la muerte de Jesús, el primer fenómeno extraordinario que tiene lugar es el rasgarse de la cortina del santuario.

 

En tiempos de Jesús, en el templo de Jerusalén, había una habitación o cella de forma cúbica -el cubo es la forma perfecta (Ap 21, 16)-, de 20 codos de ancho, totalmente oscura y vacía, que correspondía a la antigua cella de los templos babilónicos o egipcios, donde estaba la imagen sagrada. Esta habitación se consideraba el lugar por excelencia de la presencia divina. Se llamaba Sancta Sanctorum, Santo de los Santos o Santísimo. En esta estancia entraba solamente el sumo sacerdote una vez al año (Heb 9, 3; Lv 16), el día de la expiación (Yom Kippur); el Sancta sanctorum estaba separado por una cortina de la otra sala del templo, denominada en hebreo hekal (palacio / santuario), y conocida como Santo o lugar santo (Lc 1, 9).

 

En el Sancta Sanctorum se encontraba en tiempos de Salomón el Arca que contenía las Tablas de la Ley sobre la que velaban dos querubines de madera de olivo, recubierta de oro, con las alas desplegadas, de cinco metros de envergadura cada uno. Sobre aquellas alas, que le hacían de trono, se creía que estaba sentado Dios.

 

La cortina, que separaba el Sancta Sanctorum de la otra sala del santuario o Santo, impedía a los sacerdotes la visión de Dios. Cuando muere Jesús, según Mateo -que coincide en esto con Marcos y Lucas- esta cortina se rasga en dos de arriba abajo, significando con ello que ningún hombre tendrá en adelante impedimento u obstáculo alguno para ver a Dios, al haberse rasgado la cortina que impedía su visión.

 

Más aún, considerando que Jesús mismo había dicho: "Destruid este santuario que yo lo levantaré en tres días" (Jn 2, 19; cf Mt 27, 40), refiriéndose al santuario de su cuerpo, hemos de pensar que "probablemente Mateo, al hablar de la cortina del santuario, no está ya pensando en el templo de Jerusalén, sino en Jesús, verdadero santuario donde se puede ver a Dios cara a cara, una vez que la cortina -su humanidad- se ha rasgado con la muerte. La expresión "de arriba abajo", que alude al cielo y a la tierra, muestra que en esa muerte se revela al mismo tiempo el Dios del Cielo y el Hombre Dios. Con la muerte de Jesús, el papel de los templos ha terminado". Pablo hablará más tarde de la comunidad cristiana como templo del Espíritu (1 Cor 3, 16).

 

3. La tierra tiembla.

 

Para un lector judío, conocedor del Antiguo Testamento, el temblor de tierra acompaña en la Biblia a la teofanía o manifestación de Dios a su pueblo. Así, cuando Moisés recibió de las manos de Dios las tablas de la Ley, dice el libro del Éxodo:

 

Al tercer día por la mañana hubo truenos y relámpagos y una nube espesa en el monte, mientras el toque de la trompeta crecía en intensidad, y el pueblo se echó a temblar en el campamento. Moisés sacó al pueblo del campamento a recibir a Dios, y se quedaron firmes al pie de la montaña. El Monte Sinaí era toda una humareda, porque el Señor bajó a él con fuego; se alzaba el humo como de un horno, y toda la montaña temblaba (Ex 19, 18)

 

El Salmo 86, 9-13 dice así:

El señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean; justicia y derecho sostienen su trono.
Delante de él avanza fuego abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe, 
y viéndolos, la tierra se estremece;
los montes se derriten como cera ante el Señor.

Y en el salmo 97, 4 se dice:

...sus relámpagos deslumbran el orbe y, viéndolos, la tierra se estremece.

 

Según la tradición judía, cuando Dios se manifiesta la tierra entera tiembla y se estremece.

En la misma línea habla Isaías del día en que Yahvé acabará con la injusticia humana y la arrogancia de los gobernantes. Ese día, dice Isaías que

"será doblegado el mortal, 
será humillado el hombre y no podrá levantarse.
Métete en las peñas, escóndete en el polvo, 
ante el Señor terrible, ante su majestad sublime, 
cuando se levante hará temblar (resquebrajará) la tierra (LXX).
Los ojos orgullosos serán humillados, 
será doblegada la arrogancia humana;
sólo el Señor será ensalzado aquél día, 
que es el día del Señor de los ejércitos:
contra todo lo orgulloso y arrogante,
contra todo lo empinado y engreído, 
contra todos los cedros del Líbano, 
contra todas las encinas de Basán, 
contra todos los montes elevados,
contra todas las colinas encumbradas, 
contra todas las altas torres,
contra todas las murallas inexpugnables, 
contra todas las naves de Tarsis, 
contra todos los navíos opulentos;
será doblegado el orgullo del mortal, 
será humillada la arrogancia del hombre" (Is 2, 9-17).

 

Cuando muere Jesús en la cruz, Mateo identifica ese día con el gran día de Yahvé al que alude Isaías o con la teofanía sobre el Monte Sinaí, cuando toda la montaña tembló. El día que muere Jesús en la cruz se conmueve toda la tierra (toda la tierra tiembla) ante la manifestación del amor de Dios en el crucificado, verdadera teofanía.

 

4. Las rocas se rajan.

 

El rajarse de las rocas tiene solamente un lejano paralelo en el Antiguo Testamento. Se trata de Zacarías (14, 1-21) donde el profeta, vuelto hacia el futuro, anuncia "que el día de Yahvé no está muy lejos; que Dios vendrá pronto a la ciudad de Jerusalén, hará su entrada triunfal como un guerrero, salvará a su pueblo que sufre injusticias y persecución, y purificará la ciudad de sus pecados. Será el final de aquel mundo y el comienzo de una nueva era para la humanidad. Cuando eso suceda, las piedras se partirán, especialmente las del monte de los olivos, situado en frente del monte de Sion, donde está edificada Jerusalén":

 

Aquel día asentará el Señor los pies sobre el Monte de los Olivos, a oriente de Jerusalén, y el monte de los olivos se partirá por medio, de levante a poniente, como un gran valle. La mitad del monte se apartará hacia el norte, la otra mitad hacia el sur (Zac 14, 4).

 

Cuando Jesús muere, según Mateo, las rocas -como en el texto de Zacarías el monte de los olivos- se rajaron. Sin embargo, "considerando que en el evangelio de Mt la roca significa el cimiento sólido sobre el que se funda la vida de quien pone en práctica el mensaje de Jesús (7, 24: "se parece a un hombre que construye su casa sobre roca) o sobre el que se funda su comunidad (16, 18: "Tú eres Piedra y sobre esa roca voy a edificar mi comunidad..."), el rajarse de las rocas puede simbolizar que ya no existe para la humanidad más fundamento sólido para construirse que Jesús mismo y sus palabras". Todos los antiguos sistemas y seguridades se desmoronan.

 

5. Las tumbas se abren.

 

Este fenómeno extraordinario remite a un texto muy conocido del profeta Ezequiel, escrito cuando los judíos se hallaban en el destierro de Babilonia y en el que anuncia a los desterrados la llegada de una nueva era, que va a suponer una revolución tanto en la naturaleza como en el interior de cada uno de ellos. Ezequiel, dirigiéndose a los montes de Israel, dice:

 

Vosotros, montes de Israel, echaréis frondas y daréis fruto para mi pueblo, Israel, que está para llegar. Porque yo estoy con vosotros y me vuelvo hacia vosotros: os labrarán y os sembrarán. Acrecentaré vuestra población, toda la casa de Israel; serán repobladas las ciudades y las ruinas serán reconstruidas. Acrecentaré vuestra población y vuestro ganado y haré que os habiten como antaño y os concederé más bienes que al principio, y sabréis que yo soy el Señor (Ez 36, 8-12).

 

Y más adelante añade:

Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré vuestro corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y que pongáis por obra mis mandamientos (Ez 36, 26-27).

 

Palabras increíbles para un pueblo que se encuentra deportado de su tierra y que sólo piensa: Nuestros huesos están calcinados, nuestra esperanza se ha desvanecido; estamos perdidos (Ez 37, 11).

Entonces Ezequiel hace un anuncio impresionante de la llegada del día de Yahvé:

Esto dice el Señor: 
Yo voy a abrir vuestros sepulcros, 
os voy a sacar de vuestros sepulcros, pueblo mío, 
y os voy a llevar a la tierra de Israel (Ez 37, 12).

 

El profeta habla metafóricamente a un pueblo que se considera sepultado en el exilio y que sólo renacerá cuando sea conducido de vuelta a Israel.

 

Pues bien, cuando Jesús muere, dice el evangelista Mateo, que las tumbas se abrieron, identificando de este modo el día de la muerte de Jesús con el día de Yahvé, anunciado por el profeta, entendido ahora como resurrección, esto es renacimiento de la humanidad y paso de la muerte a la vida.

 

6. Los muertos resucitan.

 

El texto de Mateo cita implícitamente dos textos del Antiguo Testamento: Ezequiel 37 y Dan 12.

El primero, de Ezequiel, es seguido muy de cerca por Mateo, como puede verse si colocamos ambos textos en columnas paralelas:

 

Ez 37, 7-14

Mt 27, 51-52

Pronuncié el conjuro... y mientras lo pronunciaba resonó un trueno, luego hubo un terremoto (seismós).

 

La tierra tembló (eseisthê)

Yo voy a abrir (anoígô=) vuestros sepulcros (ta mnêmata).

 

Las tumbas se abrieron (ta mnêmeia aneôkhthêsan)

Os voy a sacar de vuestros sepulcros (ek tôn mnêmatôn).

 

Salieron de las tumbas (ek tôn mnêmeiôn)

Y os voy a llevar a la tierra de Israel.

 

Entraron en la ciudad santa

Sabréis que yo soy el Señor cuando abra vuestros sepulcros (en tô anoixai me) cuando os saque de vuestros sepulcros.

 

 

En el texto de Ezequiel, la resurrección es imagen de la restauración nacional del pueblo; para Mateo, sin embargo, Ezequiel anuncia y describe la resurrección de los muertos que tendría lugar al final de los tiempos.

 

El segundo texto procede del libro de Daniel y recuerda el de Mateo. Esta obra fue escrita alrededor del año 167 a.C., cuando el rey Sirio, Antíoco Epífanes, comenzó una sangrienta persecución contra los judíos. En esta situación los judíos se preguntaban a dónde irían a parar los que habían sido martirizados. Y Daniel escribe:

Muchos de los que duermen en el polvo despertarán:

Unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua (Dan 12, 2).

 

El contacto de este texto con el de Mateo es menos llamativo que en el caso del texto de Ezequiel; ambos textos, sin embargo, tienen una estructura muy parecida, aunque léxico distinto:

 

Dan 12, 2 LXX

Mt 27, 52b

Muchos (pol-loi) 
de los que duermen en el polvo
(tôn katheudóntôn) despertarán (anastêsontai).

y muchos (pol-llá) 
cuerpos de santos que habían muerto (tôn kekoimêménôn), 
resucitaron (êgérthêsan).

 

En el texto de Daniel, se anuncia por primera vez en toda la Biblia la resurrección de los muertos. Se refiere, sin duda, al día de Yahvé.

 

Según Mateo, cuando Jesús muere, muchos cuerpos de santos que habían muerto, resucitaron, identificando el día de Yahvé con el de la muerte de Jesús. En este día, que se cumple en Jesús, el Espíritu, exhalado por él al morir, infunde en los hombres la vida que supera la muerte. El sepulcro ya no es el final del hombre y la fuerza de la muerte está ya quebrantada.

 

El hecho de que, en Mateo, la resurrección de los santos se conecte con la muerte de Jesús, y su aparición se verifique después de la resurrección de éste, une estrechamente la muerte y la resurrección. La muerte de Jesús produce vida en ellos, una vida que se manifiesta tres días después, cuando Jesús resucita. La resurrección de estos santos muestra que el reinado de Dios, dador de vida, ha comenzado.

 

La muerte de Jesús: El gran Día de Yahvé

 

Tras el recorrido realizado por los textos del Antiguo Testamento, donde Mateo se ha inspirado sin lugar a dudas para construir su texto, es lícito concluir que Mateo ha reunido en un solo texto todos los fenómenos extraordinarios que se anunciaban para el día de Yahvé, al que los profetas del Antiguo Testamento se habían ido refiriendo a lo largo de la historia del pueblo.

 

Escritas en poesía, las profecías del Antiguo Testamento, usaban, como es habitual, un lenguaje de alto contenido simbólico. Querían dar a entender que el día de Yahvé habría cambios muy notables en la historia, en la naturaleza y en los seres humanos. Y para ello, dibujaban de modo figurado a toda la naturaleza como afectada por estos sucesos. El día de Yahvé se oscurecería el sol, la cortina del santuario se rasgaría, la tierra temblaría, las rocas se rajarían, las tumbas se abrirían e incluso los muertos resucitarían. Dicho de otro modo, los cimientos del orden mundano, injusto y opresor, se conmoverían profundamente.

 

Al escribir Mateo su evangelio, identificó ese día con el día en que murió Jesús en la cruz. Así pues, al contar las circunstancias de la crucifixión de Cristo, Mateo no dudó en incorporar, inmediatamente antes y después de su muerte, aquellos símbolos o fenómenos extraordinarios, anunciados por las Escrituras.

 

De ese modo, los destinatarios de su evangelio interpretarían la muerte de Jesús como el gran día de Yahvé: comienzo del tiempo final, principio del nuevo éxodo de la humanidad, libre, al fin, de la esclavitud más terrible: la muerte; día del juicio de Dios, de la liberación de todos los pobres y oprimidos de la tierra, día en que comenzaría a instaurarse el reinado de Dios sobre el mundo, inicio de una etapa en la que todo no acabaría con la muerte, sino que Dios haría una tierra nueva y unos cielos nuevos, en palabras del Apocalipsis (18, 21).

 

Por eso Mateo es el único de los evangelistas que ha hecho coincidir tantos portentos en el momento de la muerte de Jesús, pues escribió su evangelio para cristianos, en su mayoría, provenientes del judaísmo y, como se ha dicho antes, en fuerte controversia con círculos judíos hostiles, conocedores del lenguaje simbólico-teológico del Antiguo Testamento.

 

Es obvio, pues, que Mateo, al referir los prodigios que acompañaron a la muerte de Jesús, no pretendió relatar unos hechos sucedidos realmente. Utilizó como símbolos los fenómenos extraordinarios anunciados por los profetas para el día de Yahvé y se propuso, por tanto, desvelar con antiguas imágenes extraídas de las Escrituras, el profundo sentido del hecho histórico de la muerte de Jesús. La verdad histórica, de este modo, fue iluminada con las Escrituras judías para desvelar el hondo significado de la muerte de Jesús ante los destinatarios del evangelio y frente a sus adversarios judíos.

bottom of page