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JESUCRISTO

 

Cristo (del griego antiguo Χριστός, Christós, y este a su vez del hebreo מָשִׁיחַ, Māšîaḥ [mashiach], ‘el Mesías’, que significa ‘ungido de Dios’)4 es el título que en el cristianismo se le da a Jesús de Nazaret (Belén, 7 ó 6 a. C. - Jerusalén, 29 o 30 d.C.).

 

Los seguidores de Jesús son conocidos como «cristianos» porque ellos creen y confiesan que Jesús es el Mesías profetizado en el Antiguo Testamento, por lo cual le llamaban «Jesús Cristo», que quiere decir, «Jesús, el Mesías» (en hebreo: Yeshua Ha'Mashiach), o bien, en su uso recíproco: «Cristo Jesús» («El Mesías Jesús»).

 

El título «Cristo» también se encuentra dentro del nombre personal «Jesucristo», y se menciona como un sinónimo de Jesús de Nazaret en la fe cristiana, que lo considera «Salvador» y «redentor» de los hombres, el «Verbo» (o Palabra) de Dios encarnado, y «el Hijo unigénito de Dios». Los cristianos aguardan el regreso a la tierra de Cristo en el fin de los tiempos.

 

La Cristología, un área de la teología, se ocupa principalmente de estudiar la naturaleza divina de la persona de Jesucristo, según los evangelios canónicos y los demás escritos del Nuevo Testamento.

 

El título Mesías fue utilizado en el Libro de Daniel, que habla de un "Mesías Príncipe" en la profecía acerca de "las setenta semanas". También aparece en el Libro de los Salmos, donde se habla de los reyes y príncipes que conspiran contra Yahveh y contra Su ungido.

 

Jesús es llamado «el Cristo» en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento donde se le describe ungido con el Espíritu Santo. Algunas referencias incluyen Mateo 1:16, Mateo 27:17, Mateo 27:22, Marcos 8:29, Lucas 2:11, Lucas 9:20 y Juan 1:41. En el evangelio de Mateo 16: 13-17 se trata el tema en el siguiente pasaje:

 

"Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; pero otros, Jeremías o uno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

 

El cristianismo surgió como una comunidad, la Iglesia, inspirada en las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Según san Lucas(en Hechos de los Apóstoles 11:26), los discípulos de Jesús fueron llamados «cristianos» por primera vez en Antioquía de Siria. La misión que los unía era la prédica de estas enseñanzas por todo el mundo, prédica inicialmente llevada a cabo por sus discípulos directos, llamados apóstoles. Según los Evangelios, Dios preparó un pueblo, prefigurado en el pueblo de Israel, conducido por Moisés y los profetas y al que Cristo encabeza como jefe y salvador. Con este pueblo, Cristo realizaría una nueva alianza. El fin de este pacto es que todos conozcan a Dios Padre y a Jesucristo su Hijo y en Él tengan vida eterna (según el Evangelio de Juan 3.16).

 

Según el cristianismo, Jesús de Nazaret es el Cristo (el Mesías), Hijo de Dios hecho hombre (según el Evangelio de Mateo), concebido por el Espíritu Santo y nacido de la virgen María. Después de la crucifixión, al tercer día resucitó y posteriormente subió al Cielo; y se espera su regreso al final de los tiempos en lo que se llama la «segunda venida de Cristo». El cristianismo explica que el sufrimiento de Jesús era necesario. Frecuentemente se cree que el padecimiento de Jesús se desarrolló en la cruz, en realidad su padecimiento comenzó desde el huerto de Getsemaní. En este pasaje se describe como Jesús lleno de angustia oraba intensamente, su sudor era como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.

 

En el Libro de Daniel se afirma que el mesías príncipe sería cortado, y no tendría nada. La antigua versión de Reina-Valera traduce ‘será muerto y nada tendrá’ y en el margen de la paráfrasis ‘será echado de la posesión’. Esto se cumplió cuando, en lugar de ser aceptado como Mesías por los judíos, fue rechazado, cortado, y no recibió ninguno de los honores mesiánicos que le pertenecían, aunque, con su muerte, echó los cimientos de su futura gloria en la Tierra, obrando la redención eterna para los salvos. En la Primera Carta a los Corintios San Pablo de Tarso escribió que así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, así es el Cristo: la cabeza y los miembros en el poder y la unción del Espíritu forman un solo cuerpo.

 

En el Libro de Juan, este título es relacionado con el de Mesías, «llamado el Cristo».

 

Habiendo sido rechazado como mesías en la tierra, él ha sido hecho, ya resucitado de los muertos, Señor y Cristo, y así se cumplen los consejos de Dios con respecto a él y al hombre en él. Se revela que los santos habían sido escogidos en Cristo desde antes de la fundación del mundo. Todas las cosas en el cielo y en la tierra tienen que ser encabezadas en el Cristo, ya que el Cristo es la cabeza del cuerpo de la Iglesia.

 

El primer acto público de Jesús (tras la breve aparición en el templo de Jerusalén a los doce años) es su bautismo de manos de san Juan el Bautista, seis meses mayor que Jesús y que preparó el camino de este hablando al pueblo sobre la misión de Cristo.

 

Jesús inició rápidamente su Magisterio ante el pueblo. No ante los reyes o sumos sacerdotes, sino ante aquellos de quien es el Reino primeramente: los más desposeídos. La gente sencilla a la que Dios quiso llegar antes. Jesús les habló de amor. Del amor de Dios hacia ellos y de la venida del Reino al que llegaríamos por nuestras buenas acciones y no por nuestra hipocresía. En el Libro de Juan:

 

Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os tenéis amor unos a otros.

 

Durante su vida pública Jesucristo ganó muchos adeptos, que a la postre no lo seguirían sino que lo condenarían. Los Evangelios recuerdan a Jesús en medio de la gente, sanando enfermos y demostrando la piedad y el amor de Dios a su pueblo. Cristo es el Poder de Dios hecho carne. El poder sobre el mal, sobre la enfermedad e incluso, y por encima de todo, el poder sobre la muerte. Nos muestran a Jesús sintiéndose grato en presencia de niños y mujeres. En aquellos tiempos, los niños y las mujeres eran considerados poco más que estorbos, pero Jesús se acercó a ellos demostrando que el reino es de todos por igual, sean hombres, mujeres, niños o ancianos. La igualdad de los hombres ante Dios es proclamada por Jesús no solo con palabras, sino con gestos como este. Una vez se dio a conocer al pueblo de Dios, Jesús acudió a las sinagogas y al Templo para enseñar la Palabra de Dios a los sacerdotes. Las castas religiosas judías le recibieron con temor, ya que sus enseñanzas ponían a Dios por encima de todo e incluso por encima de ellos.

 

En el Templo de Jerusalén Jesús se enfureció al ver un negocio (mercado) montado allí y derribó los puestos de los mercaderes. Dios y el negocio no casan bien, y eso es algo que san Lucas no se cansa de repetir tanto en su Evangelio como en los Hechos de los Apóstoles.

 

Los sacerdotes le presentaron a una mujer que había cometido adulterio, por lo que iba a morir lapidada. Jesús la protegió y les dijo que aquel que estuviera libre de pecado tirara la primera piedra. Uno de los pilares del Mensaje de Cristo es que el hombre no debe juzgar el corazón de sus semejantes, ya que es algo que está reservado única y exclusivamente a Dios. Solo Dios es juez de los sentimientos humanos.

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